Huelga decir que la medicina “anti envejecimiento” está en auge. Envejecer con salud se ha convertido en el objetivo de un número cada vez mayor de personas convencidas de que más vale prevenir que curar y conscientes de que pueden ejercer un papel activo en su propio envejecimiento. No hace falta esperar a que la investigación médica fabrique la “píldora milagrosa” o un elixir de juventud. Un suplemento hormonal adecuado, junto con extractos de plantas conocidas desde hace milenios y unas sencillas normas de higiene vital y dietética pueden bastar para hacernos más longevos… sin disminuir nuestra vitalidad.

He seleccionado pequeñas píldoras del trabajo de Georges Roth, Georges Mouton, Dominique Rueff y otros autores para inspirarme en esta pieza. 

1. Comer menos para vivir más

Los estudios así lo demuestran: la disminución del aporte alimenticio tiene unos efectos evidentes sobre la longevidad. Los animales sometidos a restricción calórica viven más y enferman menos. Esta noticia, sin embargo, no es nada atractiva para los humanos. Por ello se está investigando el desarrollo de un “alicamento” capaz de aumentar de forma sencilla nuestro consumo calórico. Numerosas sustancias como el resveratrol, la carnitina o el irizu están siendo estudiadas para elaborar el cóctel ideal.

2. Saber qué podemos comer

Todas las personas no somos iguales frente a la alimentación. En la pared de los intestinos pueden desarrollarse mecanismos alérgicos. Por ejemplo, al contacto con ciertos alimentos el ecosistema intestinal puede empezar a segregar inmunoglobulinas IgE que debilitan lentamente la pared intestinal, volviéndola más porosa y sensible a estos alimentos. Todo depende de la sensibilidad de cada uno, por lo que conviene averiguar a qué alimentos podemos ser alérgicos. Cada vez más centros ofrecen pruebas de diagnóstico de alergias alimenticias que permiten elaborar una relación de los alimentos que debemos evitar.

3. Tomar los complementos alimenticios correctos

Todas las vitaminas y algunos complementos alimenticios muy conocidos como los omega 3, la coenzima Q10 o la acetil l-carnitina arginato son famosos por sus efectos contra el envejecimiento. Asimismo, existen plantas conocidas desde hace milenios por la medicina tradicional china, ayurvédica o amazónica que previenen la degeneración: Ginko Biloba, Bacopa Monnieri, Huperzia Serrata, Ginseng… Sin olvidar el té verde para prevenir el exceso de colesterol o la diabetes, o incluso el ajo o la cúrcuma contra la tensión.

4. Tomar hormonas si es necesario

Testosterona, progesterona, pregnenolona, 43B, DHEA, melatonina, hormona del crecimiento, cortisol… Son algunas de las hormonas o precursores hormonales que se administran cada vez con más frecuencia en la medicina anti envejecimiento. Ayudan a conservar la memoria y las funciones intelectuales, además de la libido, factores igualmente fundamentales para la vitalidad de cualquier persona.
También se enfatiza la importancia de las hormonas naturales o “biomiméticas”, que no presentan los riesgos deletéreos para la salud de las hormonas de síntesis. Cabe recordar que los cánceres observados en mujeres sometidas a tratamiento hormonal sustitutivo por la menopausia estaban relacionados exclusivamente con la toma de hormonas de síntesis, y no aparecen con hormonas naturales.
En último lugar, la automedicación está totalmente desaconsejada. Antes de iniciar cualquiera de estos tratamientos, es fundamental consultar a un terapeuta, quien será capaz de establecer la dosis hormonal indispensable para evaluar con precisión las necesidades propias de cada persona.

5. Desintoxicarse y evitar la exposición a factores de riesgo

Cada vez conocemos mejor la manera en que el entorno afecta a nuestra salud. Una exposición continua a pesticidas, campos electromagnéticos causados por la telefonía móvil y las líneas de alta tensión, los metales pesados que contaminan el pescado y otros productos marinos provocan problemas de salud. Por ejemplo, los pesticidas están relacionados con las enfermedades auto inmunes como la esclerosis en placas. El plomo y el cadmio, por su parte, provocan trastornos de la memoria. Evitar estos factores, además de desintoxicar el organismo con tratamientos adecuados (EDTA, barro, etc.) son medidas cada vez más indispensables.

6. Hacer ejercicio físico

Aunque la importancia del ejercicio físico ya está más que demostrada, se ha recordado que entre 5 y 6 horas a la semana de ejercicio físico permiten retrasar la aterosclerosis y combatir la sarcopenia (pérdida de masa muscular), a la vez que mejoran la biodisponibilidad de las hormonas. Para ello no hace falta apuntarse a un gimnasio: caminar varios cientos de metros en vez de coger el coche y subir las escaleras en lugar de tomar el ascensor o las escaleras mecánicas son actividades físicas igualmente respetables.

7. Estimular la mente

Al igual que los músculos, el cerebro necesita entrenamiento y estimulación para conservar sus capacidades durante más tiempo. No existe una receta universal, sino que al haber diferentes tipos de inteligencia hay otras tantas maneras de razonar. Dependiendo del funcionamiento de cada uno conviene definir su propio “brainfitness*” (*gimnasia cerebral), que podrá consistir en cambiar de hábitos, hacer juegos 3D, leer cartas, aprender a tocar instrumentos musicales, realizar cálculos mentales, bajar el volumen de la televisión para escuchar mejor, leer textos al revés, etc., según la imaginación de cada uno.